Estoy mirando mis pantalones vaqueros; el anhelo y la frustración están contenidos en ellos. Estos vaqueros azules que el tiempo ha gastado. ¿Me dejarán las horas con la misma apariencia?
El cenicero está a tope. Estos días estoy fumando demasiado, sin acaso tirar las colillas. Necesito poner agua a la planta. La pantalla de televisión está llena de polvo. Voy a organizar mi colección de cds, quizá estén bien en orden cronológico. Los platos y cacharros se amontonan en el fregadero, tendré que lavar algunos, si es que quiero comer aquí. Esa camisa sobre la silla… creo que debería plancharla, colgarla bien al menos. También debería escribir una carta a aquella vieja amiga, contarle.
Doy vueltas a la casa y me entretengo con tareas mundanas. Cualquier cosa que me mantenga ocupado, lo que sea que ponga a descansar mis pensamientos. Pero enloquezco. Elisa tiene un bono libre. Entra y sale cómo y cuándo le place.
Ahora, me examino en el espejo. Estoy envenenado por la rabia. Escucho como me abofeteo la mejilla. Veo un yo impotente. El reflejo no me dice nada. Elisa acorrala mis pensamientos. Cierro los ojos y su cara me sonríe. Sus labios desdeñosos, irresistibles. Labios que nunca podré besar.
El cenicero está lleno otra vez. Realmente no me gusta fumar, no creo. ¿Por qué lo hago? Definitivamente, necesito poner algo de agua a aquella señorita verde. La televisión sirve para nada. Voy a tirarla por la ventana en vez de quitarle el polvo…
He decidido salir a la calle. Un vigoroso paseo seguro que me hará ver la bondad del mundo.
La hierba está verde, fresca. Sentado aquí abajo siento el sol en la cara, templando mis entrañas. Por un instante casi la olvido. ¡Si la pudiera hacer desaparecer por siempre de mis pensamientos!
Comienzo a caminar de nuevo cuando un viejo amigo del colegio me saluda con la mano. Le devuelvo el saludo como si todo estuviera bien. Es curioso, pienso, cómo uno puede disimular. Si Alberto –así se llama- se hubiera parado para charlar conmigo, estoy seguro que no habría adivinado mi angustia. El amor no se muestra como una erupción en la piel; puedes estar sufriéndolo y nadie se entera. Incluso no puede ser diagnosticado. Quizás el mismo Alberto tenga el virus.
“Nosotros no elegimos enamorarnos”, le digo. “¡Dale un poco de felicidad a este pobre hombre!”, le suplico. Ella no escucha. “¿Conoces mi dolor?” Quiero gritarle. En este punto el amor está muy cerca del odio.
Siento como una bulliciosa soledad en mi interior, una enmarañada locura. Un corazón desesperado gritando. Esta ingrata pasión está sangrando.
¡Qué estupidez amar a quién no puedo tener, a quién nunca tuve!
Con mi orgullo y con mi hombre va la herida.
Y, aún así, caminando… llevo la desilusión en mis zapatos.
Siento que pierdo mis calles, mi casa, mi identidad. Un mundo turbio me envuelve. El amor lo ciega todo, todo lo confunde.
Tu distancia me estrangula. Estoy llorando lágrimas de muerte.
Quiero desaparecer, caminar y caminar, por siempre hasta el final. ¿Hay acaso alguna otra esperanza a la que agarrarme?
Azul e inescrutable. Tú me has visto nacer. Tú me has traído aquí. Tan lejos.
Estoy perdido. ¿Te importaría guiarme? Por favor, dime que lo harás. ¿Sería posible que no me lo negaras?
No digas palabra alguna. Mantén tu silencio.
Y estaré allí, en algún lugar.
Y caminaré. Mis manos en los bolsillos, esperando las tuyas.
Soñando como un loco en días interminables, llenos de nada.
El tiempo se me escapa entre los dedos. Sin caricias, se me va.
Te amo azul.
Senderos. Algunas veces subo, otras bajo.
Caminando.
¿Cómo podría olvidar?
Dame fuerzas para… caminar.
Tu marca permanecerá imborrable. Un dolor oculto.
Un sentimiento insondable.
¿Fue mejor ayer?
Lo mismo.
Azul.
02 July, 2009
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3 comments:
Bien, rotunda, pero me gustaría conocer la segunda parte. ¿Como termina la historia? ;-)
Muy bueno, colega. Espero que no sea todo autobiográfico. UN ABRAZOTE.
muy bueno,es parte de la nostalgia que me gusta...que envuelve..un abrazo
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