14 April, 2009

La carta

No me es habitual despertar en mitad de la noche agitado por un sueño y decidirme a saltar sobre el papel para escribirlo, o para al menos tomar algunas notas. Y no es así porque, en las raras ocasiones en que un sueño que consideraba merecía la pena cruzó mi mente, fui demasiado perezoso para romper mi descanso. Probablemente esto no es apropiado para alguien que intenta vivir su vida como escritor, y en este punto debo confesar que no soy lo suficientemente responsable con mi quehacer. Pero la pasada noche fue diferente porque tuve el sueño de mi vida, el sueño que acabará con todos los otros sueños; el sueño que ahora aparece real y que, si lo dejo vivir, de seguro va a dar un giro a mi mundo ordinario.
Esta madrugada, a eso de las tres y media, salté de repente de la cama, y con la excitación aún viva cogí el cuaderno y escribí. Era tan real, tan creíble, original, auténtico y diferente a otros; el más corpóreo que nunca he tenido. Sentía su particular olor, el olor del dinero por todas partes; demasiado dinero para mí. Los billetes, a manera de papel pintado, cubrían las paredes de mi habitación. El suelo estaba formado por un mosaico de monedas. En el techo un gran euro brillaba como el sol. Preciosas y sensuales mujeres con billetes en la boca y pezones-moneda me empujaban fuera de la cama porque no había suficiente espacio... Parecía que había una fiesta en un suntuoso y lujoso salón lleno de viejos amigos, vestidos como millonarios, bailando, sonriendo y felicitándome. Una extraordinaria Big Band tocaba, y mi perdido primer amor cantaba para mi Mad about the boy. Barcos, aviones, coches…Mar, sol, maravillosos cielos azules… Y no me sentía feliz del todo. ¿Por qué me ha dejado tan agitado este sueño? ¿Por qué era tan real? Y después volví a la cama a dormir con una sonrisa ansiosa y contenida.
Ya en la mañana, antes del desayuno, leí de nuevo esas palabras que había escrito pocas horas antes. Sentí algo muy raro, una premonición, pero sonreí a mi locura y quise olvidarme de ello. Tras desayunar me dirigí a mi estudio para escribir durante dos horas. Poco después me dispuse a leer el correo del día. Mis ojos no podían creerlo. Algo dentro de mí experimentó un extraño vértigo, una sensación como si estuviese bajando en una montaña rusa. Estaba sosteniendo una carta que me decía que mi sueño se había cumplido.
En este momento tengo miedo, estoy aterrorizado mientras escribo estos sentimientos. Leo y releo la carta que tengo enfrente. Me aseguro de que lleva mi dirección, que realmente es para mí. Intento ser consciente de que no estoy aún soñando. Me pellizco para asegurarme que estoy despierto.
Otra persona probablemente estaría llorando de alegría, telefoneando a familia y amigos íntimos, yendo a comprar algunas botellas del champán más caro, haciendo planes para comprar una casa nueva, un estupendo coche, unas exclusivas vacaciones alrededor del mundo; imaginándose abofeteando a su jefe, abandonando su puesto de trabajo y comprando después toda la maldita compañía, enviando preciosas joyas y lujosos regalos a su amante, haciendo el amor a su esposa como la primera vez… Perdiendo completamente el control.
¿Es este sueño para mí? ¿Debería dejarlo correr?
Quizá pienses que estoy loco. Lo que tengo es miedo, estoy aterrorizado. Me siento amenazado. ¿Debería permanecer como estaba minutos antes de que esta carta irrumpiese en mi mundo ordinario? ¿Debería olvidar todo este sueño que se viene a la realidad? Pero… ¿Cómo puedo resistir el grito de esta enorme fortuna?
Inesperadamente, el dinero está llamando a mi mundo con su irresistible y poderosa voz. ¿Qué debería hacer?