Aparece un día precioso. El sol enciende el inmenso celeste del cielo, y las nubes están en algún sitio de su espacio que no se deja ver. La ciudad brilla y las verdosas (de húmeda vida vegetal), sólidas y oscuras paredes medievales muestran un color rejuvenecido. La ciudad es otra. Es verano. Y por el momento la brisa corre sin prisas, haciendo notar su frescor a la sombra. Pero aquí nunca se sabe: cuando más confiado estás el aire amontona vapor sobre el infinito, cubre todo con un manto gris y la lluvia amenaza. “Four seasons in a day”, que dicen los escoceses.
Esta impredecibilidad del clima no permite fijar excursiones a plazo sino es bajo la condición de “si hace malo hacemos algo en casa”. Pero hoy hemos acertado, nos la hemos jugado y allá que vamos.
A la mañana he recibido la confirmación telefónica de Virginia, y nos hemos citado a las afueras de un complejo de cines muy céntrico. En un principio también iban a venir Juan, Matías y Marta, pero nos hemos reunido otros tantos que me son desconocidos. Todos somos españoles, al menos esto es lo que el DNI marca, aunque, entre el desarraigo y el querer olvidar en el “exilio”, uno ya no sabe muy bien a qué tierra pertenece. Se vive al día, pocos son los que proyectan su futuro, y muchos los que desde sus entrañas piensan en volver algún día. Hoy nuestro destino es un parque en el que se va a celebrar un festival con algunos conciertillos. Y la idea es disfrutar del día y hacer un picnic bajo la consigna de “cada uno que lleve lo que quiera”.
Esperamos a que lleguen todos los citados y luego tomamos un bus cerca del complejo cinematográfico. Yo ya llevo cinco años aquí, intuía que cada vez emigraban más españoles a esta ciudad pero lo que hoy me sorprende es ver que dos de las parejas que vienen con nosotros llevan carritos de bebé. Me he preguntado y luego enterado que las criaturas han nacido en este benefactor Edimburgo. Quiero calcular que los progenitores no alcanzan los veinticinco años, auque para adivinar edades soy un poco desastre. Dentro del bus se hace notar que somos latinos: charlas desmedidas de intensidad, llamadas y gestos hacia los asientos de atrás, risas,…
Y después, sobre la hierba del parque, fiambreras con tortilla de patatas, aliño de papas, sándwiches de jamón y queso, aceitunas… y para beber vino, y algunas latas de cerveza Tenent’s (made in Scotland) que se entremezclan junto a algún que otro litro de San Miguel… En un pequeño reproductor de cds suena “El último de la fila”. Pedro es de Cádiz y María, su mujer de Madrid. A su bebé de apenas cuatro meses también le han puesto de nombre María. Pedro me dice que en Cádiz no podría vivir como vive aquí, que “tendría que trabajá cuarenta y osho horas ar día pa’ medio viví”, y que a su bebé y mujer las ayuda mucho más el gobierno de aquí, y que él gana más y tiene mucho más tiempo pa’ disfrutar de la familia… Carmen nos escucha mientras no deja de vigilar a Lola, su pequeña de dos años que corretea por el parque no muy lejos nuestra; el padre no ha podido venir porque estudia en la Universidad y prepara exámenes. Miro la feliz inocencia en la sonrosada cara de la niña, y me pregunto cómo sentirá el contraste entre lo que vive con sus padres y el jardín de infancia al que va, qué quedará en unos años de española en ella... Entonces le pregunto en ingles:”Do you speak in english?”, y se echa las dos manos a la boca con una sonrisa tímida, y después las aparta y me dice con desparpajo “hi”. La madre me dice que no es bilingüe sino políglota, que habla español, inglés, y lo que le interesa en un lenguaje medio raro.
Según el Consulado español de Edimburgo, hasta la fecha hay 2972 españoles registrados, frente a los 2361 que constaban en el 2000. Entiendo esta cifra ridícula conforme a lo que la situación me aparenta, pero también la veo significativa (un 20% más en cinco años). Y, según me comentó la propia canciller en una breve entrevista: “Hay muchos más de los que figuran. La gran mayoría de los que aquí viven no se han registrado por no necesitarlo tras su condición de comunitario, y de muchos de ellos no sabes hasta que tienen que, por ejemplo, renovarse el pasaporte”.
Aunque quizá parezca exagerado, entre rumores corre la cifra de 40.000 españoles habitando en esta ciudad. Y ya se sabe aquello de “cuando el río suena, agua lleva”.
En lo que a influencia idiomática se refiere, en estas tierras de Walter Scot el español ocupa el tercer puesto entre las lenguas que se han enseñado tradicionalmente (por debajo del alemán y el francés –prioridad en las escuelas-). Pero el interés está creciendo enormemente, empujado por el aumento del turismo escocés en busca del sol y las playas de España.
*En Edimburgo, la enseñanza de la cultura e idioma español se ofrece en: 3 Universidades, 2 Colleges, 28 Centros de Secundaria y 8 de Primaria. Datos facilitados por el Consulado General de España en esta ciudad.
Edimburgo, Agosto del 2005
Esta impredecibilidad del clima no permite fijar excursiones a plazo sino es bajo la condición de “si hace malo hacemos algo en casa”. Pero hoy hemos acertado, nos la hemos jugado y allá que vamos.
A la mañana he recibido la confirmación telefónica de Virginia, y nos hemos citado a las afueras de un complejo de cines muy céntrico. En un principio también iban a venir Juan, Matías y Marta, pero nos hemos reunido otros tantos que me son desconocidos. Todos somos españoles, al menos esto es lo que el DNI marca, aunque, entre el desarraigo y el querer olvidar en el “exilio”, uno ya no sabe muy bien a qué tierra pertenece. Se vive al día, pocos son los que proyectan su futuro, y muchos los que desde sus entrañas piensan en volver algún día. Hoy nuestro destino es un parque en el que se va a celebrar un festival con algunos conciertillos. Y la idea es disfrutar del día y hacer un picnic bajo la consigna de “cada uno que lleve lo que quiera”.
Esperamos a que lleguen todos los citados y luego tomamos un bus cerca del complejo cinematográfico. Yo ya llevo cinco años aquí, intuía que cada vez emigraban más españoles a esta ciudad pero lo que hoy me sorprende es ver que dos de las parejas que vienen con nosotros llevan carritos de bebé. Me he preguntado y luego enterado que las criaturas han nacido en este benefactor Edimburgo. Quiero calcular que los progenitores no alcanzan los veinticinco años, auque para adivinar edades soy un poco desastre. Dentro del bus se hace notar que somos latinos: charlas desmedidas de intensidad, llamadas y gestos hacia los asientos de atrás, risas,…
Y después, sobre la hierba del parque, fiambreras con tortilla de patatas, aliño de papas, sándwiches de jamón y queso, aceitunas… y para beber vino, y algunas latas de cerveza Tenent’s (made in Scotland) que se entremezclan junto a algún que otro litro de San Miguel… En un pequeño reproductor de cds suena “El último de la fila”. Pedro es de Cádiz y María, su mujer de Madrid. A su bebé de apenas cuatro meses también le han puesto de nombre María. Pedro me dice que en Cádiz no podría vivir como vive aquí, que “tendría que trabajá cuarenta y osho horas ar día pa’ medio viví”, y que a su bebé y mujer las ayuda mucho más el gobierno de aquí, y que él gana más y tiene mucho más tiempo pa’ disfrutar de la familia… Carmen nos escucha mientras no deja de vigilar a Lola, su pequeña de dos años que corretea por el parque no muy lejos nuestra; el padre no ha podido venir porque estudia en la Universidad y prepara exámenes. Miro la feliz inocencia en la sonrosada cara de la niña, y me pregunto cómo sentirá el contraste entre lo que vive con sus padres y el jardín de infancia al que va, qué quedará en unos años de española en ella... Entonces le pregunto en ingles:”Do you speak in english?”, y se echa las dos manos a la boca con una sonrisa tímida, y después las aparta y me dice con desparpajo “hi”. La madre me dice que no es bilingüe sino políglota, que habla español, inglés, y lo que le interesa en un lenguaje medio raro.
Según el Consulado español de Edimburgo, hasta la fecha hay 2972 españoles registrados, frente a los 2361 que constaban en el 2000. Entiendo esta cifra ridícula conforme a lo que la situación me aparenta, pero también la veo significativa (un 20% más en cinco años). Y, según me comentó la propia canciller en una breve entrevista: “Hay muchos más de los que figuran. La gran mayoría de los que aquí viven no se han registrado por no necesitarlo tras su condición de comunitario, y de muchos de ellos no sabes hasta que tienen que, por ejemplo, renovarse el pasaporte”.
Aunque quizá parezca exagerado, entre rumores corre la cifra de 40.000 españoles habitando en esta ciudad. Y ya se sabe aquello de “cuando el río suena, agua lleva”.
En lo que a influencia idiomática se refiere, en estas tierras de Walter Scot el español ocupa el tercer puesto entre las lenguas que se han enseñado tradicionalmente (por debajo del alemán y el francés –prioridad en las escuelas-). Pero el interés está creciendo enormemente, empujado por el aumento del turismo escocés en busca del sol y las playas de España.
*En Edimburgo, la enseñanza de la cultura e idioma español se ofrece en: 3 Universidades, 2 Colleges, 28 Centros de Secundaria y 8 de Primaria. Datos facilitados por el Consulado General de España en esta ciudad.
Edimburgo, Agosto del 2005
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