12 December, 2007

De pequeño


Como tantos, dos seres fueron quienes quisieron meterme en esta historia. Y, como a tantos, nadie preguntó si quise venir; así es siempre. También, como tantos, nací llorando y desperté a la vida por el azote humano. Y afuera una mujer, la misma que me tuvo dentro: el calor de una madre, una sonrisa llena de amor infinito. Y un padre que proyectaba su yo en mi.
Con arroros y mismos intentaron calmar mi llanto desesperado. Quizá quise volver adentro, en el limbo de las entrañas maternas estaba mejor. Pero tenía que estar afuera, afrontar la vida… Como tantos. Y seguí llorando hasta que el generoso pecho me amamantó. De la mujer vino mi primer alimento, mi hogar. Y a la mujer siempre quiero volver. Porque, como tantos, la mujer pertenece a mi esencia.
Sin embargo, todo principio tiene su original, y la diferencia corría por dentro. De pequeño nací con una insólita enfermedad, diagnosticada de mil maneras improvisadas en la ignorancia médica. Y mientras esquivo al dolor y la muerte, mi sangre corre con el estigma de genes que se unieron en un entorno familiar.
Un niño enfermo y delicado. Un chico frágil en la escuela. A veces discriminado, otras amado y protegido. Débil afuera. Haciéndome fuerte dentro. Alma rebelde que no da tregua a la rendición. Rebelde con causa.
De pequeño la inocencia aceptaba el sufrimiento sin preguntar. De pequeño uno siempre es pequeño, e inmenso a la vez.
Mis recuerdos no son de un patio dónde crece un limonero, como los de aquel poeta. Mis recuerdos son de un barrio de Sevilla, de un jardín de infancia, de un colegio de sacramentos y rezos donde la verdad me era dada como dogma, dónde mi mundo se reforzaba en soledad para poco a poco ir creyendo a su manera. Mis recuerdos son de una guitarra con la que entonaba canciones de otros, un piano que no aprendí a tocar, y sueños de música que me persiguieron por siempre. Y veranos en playas de Huelva, entre arena, mar y sol. Y salas de hospital entre olor a antiséptico, enfermeras, médicos y paredes blancas. Y sufrimiento contenido porque sí, porque la esperanza es grande y siempre lo llena todo. Y fines de semana en aquel pueblo de olivos y campo, volando por sus calles con la bicicleta de la inocencia. Y amigos que ya no están, y un amor que nunca fue… Y tantas cosas que se esfumaron en el aire del pasado.
De pequeño aprendía a entender y ser lo que estoy siendo hoy. Y mañana seré lo que hoy entienda y sea.

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