14 January, 2008

Ele se despereza


Ele se despereza en la virginidad del nuevo día. Se enfada por la ruptura del descanso, pero salta y llena de energía su ser para hacerse cargo de la responsabilidad del vivir. Calienta la pava, ceba el mate. Y entonces me sueña otra vez, esta vez despierta, y se ilusiona por renovar nuestra emoción. ¡Qué nuestro amor es lo más importante! ¡Que la mundanalidad y rutina de la calle queda después!
Va a mi encuentro. Camina con coraje bajo un cielo de tango azul. Con gesto de guerrera fuerte, que ha sabido batallar en tormentas y terremotos devastadores, pisa segura. Inocencia, ternura. Nobleza y madurez. Niña, mi niña. Mujer, mi mujer. Princesa del palacio de mi vida.
Ele me dice "Buenos días mi Amorrr", repiqueteando la r con tensión sensual; lengua y paladar dando melodía. Como un bandoneón presiona y succiona las palabras que en las mañanas leo. Pasión. Saltó la chispa. Prendió la llama. ¡Arde Troya! Y yo me deshago como cera calentada por el fuego de esta pasión; la cera de un amor rojo que se endurece en su ausencia para volver a derretirse tras sus palabras de canto argentino. Y, ¿qué puedo hacer? Mis letras se agolpan y atascan torpemente, se apelotonan embarulladas en su plétora feliz; sonrío. Poco más puedo que gritar escribiendo "¡Buenos días Princesa!", y hacerle creer que ya no está ni estará sola nunca. "Por Siempre, Para Siempre", me escribe. Y le jaleo "¡Ole Ole Mi niña!" "¡Como la trucha al trucho te quiero yo!" "Y más y más" "Nadie como yo. NADIE, NUNCA. JAMAS". Que el destino manda, y que aquí mandamos los dos.
Dos en uno fabricando amor.
Y hablamos. Escribimos nuestros sentimientos desde la brutal distancia de dos cuerpos que se necesitan, pero feroz cercanía de dos almas apasionadas que se buscan. Sufrimos por no poder saciar nuestro instinto, pero nos alegramos de que pronto nuestras vidas estarán fundidas para siempre. Nos impacientamos por tenernos, pero sabemos que nos poseemos, que nos pertenecemos desde más allá del origen de nuestras vidas. Mucho que expresar, demasiado para tan sólo un sexto sentido con el que conjugar para este entendimiento. Un sentido de palabras, signos que confluyen para crear los otros cinco. Veo su mirar, escucho su voz, inspiro su esencia, saboreo su piel y el húmedo de sus labios… Deseo y desespero su mujer.
Los días vacían sin su presencia. Y espero a la noche para adivinar su rostro, pintar su alma, coger el ritmo de su corazón para bombearle la sangre. Líquido de vida al que quiero pertenecer; siento celos de los glóbulos que la recorren.
Quiero hacerle un amor a medida, en un trabajo que se laboreará sin final. Ele, mi obra inacabada. El libro definitivo. Después de ella nada alcanzará esta dimensión.
Y mis noches no pueden imaginar lo que vendrá, porque si no temblaría la tierra que me rodea. MUJER. Tanto tiempo mi ser esperando este ser a su lado que contiene el miedo a la impresión. Pero, "¿temor a qué?", pregunta alguien dentro. No hay que temer a algo que te pertenece. Algo que es tuyo será reconocido al instante. Como la carne se reconoce en la uña. Como la piel de tus manos que se renueva año tras año, y envejece con ellas.
Y el día se llena de alegría tras mis pasos torpes. Con el corazón latiendo sangre nueva lo observo ilusionado. ¡Que la esperanza de amor nunca se perdió en mí! Porque siempre creí encontrarlo algún día, ofrecerlo a su dueño.
Y proyecto mis fantasías sobre la ciudad que habito. Planeo paseos de dos corazones abrazados: ya bombeando la sangre al mismo compás, llenando el alma de un placer desmesurado. Busco en la mujer que me lleva la curiosidad por las nuevas cosas. ¡Que las calles renacerán cobrando la riqueza que pocos ven tras sus rutinarios pasos!
Ele. Ojos negros. Mina profunda. Mineral precioso trabajado en silencio, guardando años de soledad soberana. Magia. Yo seré el minero. Bajaré a tus profundidades. Observaré, indagaré haciéndome hueco entre tus entrañas. Escudriñaré en tu esencia. Arqueólogo del paraíso.
Piel morena, estrellitas del mejor vino que el azar salpicó para tintarla de generosidad y coraje. Superficie que recorreré un día, camino sin fin de mi tacto. Sentido aún desconocido que explotará volcando mi alma, vaciándola para llenarla desbocadamente en una labor sin fin. Pétalos de la flor más delicada. Dulzura y acidez de secreciones. Gestos y movimientos de pasión sin tregua. Beberé de tu licor como comeré en un pan nuestro de cada día
A veces siento este sentimiento compartido tan frágil como tallo nuevo. A veces fuerte como un roble. Hay que mimarlo y cuidarlo, alimentarlo y regarlo, protegerlo de males y fríos. Construiré un invernadero a manera y medida. Jardinero meticuloso.
A veces celos. Posesión. "Sólo pa ti Mi Manu", me dice. Así lo quiero. Y en ese instante quiero poseer hasta el aire que respira. Ser sus pulmones, su corazón, darle el caudal a su sangre. El instinto que me protege anula la duda. No quiero creer, quiero saber, ser, estar. Sé que te quiero y que tú a mí también. Sé que es para siempre. Sólo pa mi. Egoísmo. El amor es exclusividad. ¿Compartirías tu corazón, tu máquina de vida con alguien? Si dudamos sufrimos. El mismo corazón para los dos. Nadie más. Sólo uno. Dos en uno fabricando amor. Aurículas y ventrículos conectados a la par. Músculos que empujan ríos de pasión.
Y la primavera llegará. Dejaremos que la noche nos recoja juntos, abrazados. Soñaré las estrellas tras tus ojos después de haber bebido el vino de las de tu piel. Amaneceremos al nuevo día que nos saludará tras la ventana, que dará la bienvenida a una esperanza repleta de ilusión. La vida será fácil amándonos. Primavera. Verano, otoño, invierno. Siempre existe la magia. El reloj de las estaciones nos embriagará en cualquiera de sus formas. Los días nublados abrigarán entre sus estratos. La lluvia limpiara la miseria. El viento se llevará los malos humos. El frío hará encender el fuego interior. Y el sol revitalizará de nuevo, lo iluminará todo.
Te quiero.
Nunca amé a una mujer cómo lo estoy haciendo. Nunca amaré así. Después de ti no hay nada. ¿Por qué contuve tanto dentro? Siempre te esperé. Eres la primera. La única. No sé si estaré preparado para tal evento. No sé si mi alma podrá dirigir a mi cuerpo en la batalla. No quiero quedarme a medias, con el pelotón sintiendo que no se dejó la vida en ello. No quiero no querer, porque TE QUIERO.
"Mi vida", me dices emocionada cuando te hago llegar, como mejor puedo, la sensación de esta indescriptible energía que las palabras no alcanzan. Pero queremos escribirlo una y otra vez. "Muchísimo", me dices. "Yo más:" "¡Guerra!" gritas en tus letras. “Arderá Troya”. Y sin duda que Troya arderá. Un incendio que arrasará lo humano para sentirse Dios. El artificio llegará al infinito. Todos los colores se mostrarán en nosotros, la gama será tan alta que los pintores se sentirían cegados, tirarían pinceles, destrozarían paletas, quemarían sus obras,… abandonarían su arte frustrados tras ver lo banales que son.
El día tan sólo cobra sentido si te siento a la noche. El reloj de pulsera está cansado de mi mirada repetitiva. "Ya falta menos", le digo. Y martilleo su cristalito con el dedo índice. Lo burlo y sonrío.
Ella y yo. Suspiramos, contamos los días entre nuestras palabras de cada noche. Nos ansiamos por abrazarnos calculando cuántos nos quedan para el encuentro. Cada vez se hace mas larga la espera, aunque veamos la llegada cada vez más cercana. Dos niños en una infinita noche de Reyes Magos, insomnes por la llegada de los regalos en la madrugada.
Un avión te traerá hacia mí. Aunque en el este del mundo se quiera matar a nosotros nos da lo mismo víctimas que asesinos. Quizá, si la tierra tuviese tan sólo un átomo de nuestra energía giraría más unida. Pero nosotros tenemos planeta propio. Atravesarás el aire sobre mar y tierra envuelta en nuestra fantasía. Y yo estaré allí, esperando, en algún sitio del aeropuerto. Será la llegada más importante del día, aunque no la anuncien los diarios. "Eres preciosa. ¿Lo sabes?" Y me apretarás contra tu pecho. Siempre juntos Mi niña. NADIE. NUNCA. SIEMPRE. Por siempre, para siempre.
Y busco canciones, para escuchar mientras deshacernos entre sus notas. Busco darle música a la primavera que nos verá florecer. Y cantarás por las mañanas sonriéndole al nuevo día. Fresca, limpia, llena de una ternura asesina. Terrorista de la melancolía. Y la orquesta estallará en una sinfonía frenética, apasionada. Me encantará ver el milagro de tu sonrisa en el despertar al nuevo día.

Y LA TARDE llegó. Ni las fronteras ni las sonrisas incrédulas pudieron detener la magia que te arrastraba hacia mí, que nos atraía a los dos, que conformaba el destino de dos seres que se pertenecen desde antes de nacer.
Y nos abrazamos. “Mi Manu”, me dijiste. ¿Sabes que eres preciosa?”, te respondí. Con timidez busqué en tus labios mi primer beso, encontrando los mios en tu comisura izquierda. Y el alma se bloqueó por no dar cabida a tanto sentir. Pero nos reconocimos al instante. El amor cobró la expresión concebida. Sangre de mi sangre. Piel de mi piel.
Y te llevé al pequeño-gran Palacio que adorné para nuestro reinado. Y nuestro amor se delataba escondido entre las calles del centro de esta gris ciudad. Porque hace tiempo estas calles me acogieron y dieron su bienvenida como jamás hizo la que me vio nacer –de la que huí empujado por este mi bendito destino-. Porque gris no es un color triste sino protegido entre muros de piedras fuertes, cielos con nubosos mantos, lluvia que limpia el aire y vientos que se llevan los males.
Internet nos dio a conocer, nos dejó ir. Edimburgo nos unió para siempre. Por siempre.

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